Una vez terminé el blog que me inició en esto de escribir cotidianamente, sentí que me faltaba algo. Si, señores, a los escritores también nos falta algo cuando dejamos de escribir.
Bueno, ya llamarme escritora es algo soberbio de mi parte, pero por un rato finjamos que así es.
El asunto reside en que escribir sobre mi vida era algo a lo que le había tomado el gustito, por decirlo de alguna manera, y encontrado la vuelta como para que, si bien no era anónimo, estaba algo refugiada en el anonimato. Y era divertido hasta que en algún momento me quedé sin cosas para decir. O más bien, que el ejercicio constante de escribir sobre la vida misma, llega un momento que es agotador.
Digamos que pasa lo mismo con la ficción, que en algún momento dejan de acabarse las “brillantes” ideas, y todo lo que se escribe es paupérrimo. Si por cada vez que quisiera cambiar el estilo del blog porque me parece que me quedé sin cosas para contar me dieran un euro, viviría de mi blog en una isla en Grecia.
Hoy me dijeron que extrañaban lo que escribía antes. No se si pudiera volver a ello, me resisto, creo que futilmente, a volver a escribir sobre realidad y no sobre ficción. No creo que se me de bien ni lo uno ni lo otro, pero estoy en esta nueva etapa, y quiero por lo menos darle forma, antes de cambiar nuevamente de estilo.
Yo que se, tal vez esté en mi personalidad ir cambiando constantemente, de alguna manera nunca da una sensación de estabilidad. Y tengo que lograrla por lo menos en esto, ya que en otros planos de la vida me es casi imposible -no porque no quiera, sino porque las circunstancias que me rodean son más fuertes que mi voluntad-.
Tal vez algún día vuelva a escribir así, como estoy escribiendo ahora. Meanwhile, me quedaré con los cuentos, hasta que logre algo mínimamente potable de leer.